20/02/11
Suelo llevar un libro a donde sea que vaya. Hacen que me sienta acompañada y siento como si fuera un amigo a quien recurrir para hacer más corta una espera, divertido un momento de hastío o simplemente el amigo que te acompaña en un mal momento. No puedo llevar conmigo los últimos de la saga de HP, son tan gordos que por mucho que lo intente no los puedo hacer entrar en el bolso, pero a cambio llevo cualquier otra de mis historias favoritas y es muy probable que si estoy leyendo en un café ocupe como marca página el sobre vacío en donde venia el endulzante del té, el pasaje del bus que me llevó a algún lugar, la flor silvestre que estaba a mi lado en el lugar donde se me ocurrió sentarme en el campo, la boleta de compra del gorro de playa, una ramita de pino de ese viaje a la cordillera y así las hojas de mis libros favoritos van acumulando recuerdos, aromas, sonrisas o lágrimas de tiempos pasados.
Hoy es el último día de mis vacaciones de verano, no salí a ningún lado así que mis libros me hicieron buena compañía en las tranquilas tardes (mis muggles me abandonaron) en donde mi perrita Perla y yo pasábamos tiradas en el jardín leyendo. Acabo de tomar Persuasión de Jane Austen y al abrirlo entre la tapa y la primera hoja tiene una tirita de arena oscura... uhm, intento recordar la última vez que Jane y yo salimos a la playa y creo que fue para el invierno pasado, apenas un paseíto corto para ver el mar que en esa época se pinta plateado
Les dejo una foto de ese paseo. Perla corriendo contenta por la playa
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